RASTROS DEL LOBO IBÉRICO EN LA SIERRA DE GUADARRAMA


Ha nevado en la sierra. Javier Martín, un experimentado guarda forestal, nos guía a Antonio Herrero y a mí por unas fantásticas fincas ganaderas segovianas. La silueta de los buitres negros contrasta fuertemente contra el manto blanco que cubre las colinas desnudas, mientras esperan posados en el suelo a que el  aire helado se caliente y se convierta en térmicas amigas.  

Hay unos caballos muertos, la administración competente está implementando un programa experimental en el que se utilizan caballos garranos. La idea es que estos equinos semisalvajes funcionen como pantalla frente a la depredación de ganado por parte del lobo, enfocada en especies más apreciadas,  como las vacas avileñas de estas explotaciones. Mi mente vuela a las montañas de Lugo, en las que observé tantas veces la milenaria relación depredador-presa entre el lobo gallego y los garranos.  

Louis Liebenberg, en su fundamental ensayo The Art of Tracking, teoriza sobre los orígenes del rastreo, que se pierden en el alba de nuestra propia especie. El rastreo sistemático, en el que nuestros antepasados seguían animales a partir de sus rastros ininterrumpidos en sustratos adecuados, se habría desarrollado en parajes desérticos con suelos arenosos o en las tundras nevadas. Esta mañana, los tres loberos le podemos dedicar un rato a este tipo de rastreo, puesto que dos lobos han dejado el relato de sus actividades en la nieve.

Cerca de las carcasas de los caballos, vemos rastros de los córvidos, incansables prospectores. Un zorro se ha anticipado al lobo y ha hecho una provechosa visita, rica en proteínas. El rastro de dos lobos es más fresco. Toco el interior de sus huellas y compruebo que las paredes no están congeladas, por lo que podemos inferir que son de la noche anterior y no de muchas horas antes del amanecer.
Un lobo se aleja al trote de uno de los cadáveres, Antonio y yo lo seguimos mientras Javier revisa las cámaras trampa con las que realiza trabajos de seguimiento de la especie. En el surco no queda claro si se trata de dos lobos trotando en fila india. Vemos huellas que contradicen nuestra primera opción de los dos lobos uno detrás de otro, pues las hay en direcciones opuestas. Llegamos a un punto donde la incógnita se resuelve. Una pata de caballo arrancada es el punto donde el rastro hace un lazo y vuelve por el mismo surco abierto en la nieve por donde vino un lobo con ella en la boca. La extremidad del equino que el cánido ha transportado con decisión hasta allí, ha sido medio enterrada groseramente por su celoso propietario, y se haya semi cubierta por grandes pegotes de nieve apelmazada, que el lobo ha arrimado, probablemente, empujándola con el hocico sobre su botín.

Más tarde, seguimos el rastro de un lobo. Sólo él ha roto la nieve antes de las rodadas de nuestro vehículo. Trota en registro directo, sin interrumpirlo más que para negociar una pendiente acusada al paso por encima de la mano. Una vez coronada la cima hasta un pequeño altiplano, el carnívoro recupera su marcha anterior, tan lobuna. El rastro se pierde por el punto de fuga. La magia del rastreo nos permite ver como el lobo cruza el prado nevado ingrávido y fantasmal, de su presencia sólo nos separa el tiempo.

La mañana serrana, en compañía de dos expertos loberos, nos ha ofrecido un abanico de indicios de presencia de uno de los grandes carnívoros ibéricos La mayoría nos permiten identificar a la especie, discriminándola del perro, el eterno desafío de quien se dispone a rastrear lobos. Leídos desde otra vertiente, nos permiten interpretarlos y deducir comportamientos, ayudándonos a entender a la especie, a seguir aprendiendo cosas sobre ella.

La nota de campo que transcribimos aquí refleja parte del trabajo de conservación del lobo en estos montes al sur del Duero, donde se libra la dura coexistencia entre el depredador y la actividad humana. Estos trabajos incluyen también la iniciativa pionera de turismo de observación de lobo, que se realiza mediante acuerdos con fincas ganaderas en las que viven las manadas establecidas en la zona. Es fundamental en la conservación de esta especie el cambio en la percepción de la misma por parte de los propietarios de estas explotaciones. Un camino esperanzador puede ser el del turismo respetuoso con la especie, no masificado y exclusivo, como el que hace un tiempo puso en marcha Antonio Herrero. En Ecowildlife apoyamos estas iniciativas de conservación en todo el mundo, y nuestro compromiso y vinculación con el lobo ibérico viene de lejos.

En el puente de Abril tendremos nuestra primera salida de primavera al mundo del lobo en la Sierra de Guadarrama con Wildlife Spain, que luego seguirán otras para el verano también al parque nacional de Piatria Crauliu en Rumania donde el año pasado pudimos hacer un ámplio sugimiento del lobo europeo, podéis descargaros la información en este enlace.

JOSÉ CARLOS DE LA FUENTE

Comentarios

Entradas populares