EL ORIGEN DEL RASTREO DE FAUNA


El origen del rastreo está ligado al comienzo de nuestra especie. Las teorías de Louis Liembemberg sitúan su desarrollo en parajes semidesérticos en los que la interrupción de ese magnífico sustrato que es la arena por franjas de terreno cubierto de vegetación, en las que el rastro de un animal casi se desvanece, hicieron necesario pasar de un rastreo sistemático a uno más especulativo. También teoriza el naturalista afrikáner sobre la posibilidad de que los sapiens que colonizaron hábitats en los que la nieve tuviese una presencia constante durante gran parte del año hubiesen utilizado el rastreo para conseguir las proteínas imprescindibles. Aunque en estas tundras prehistóricas, rastrear para comer sólo habría sido una herramienta útil en los meses en los que la nieve lo permitía y no de forma permanente como en los semidesiertos africanos. 

La evolución biológica, pero sobre todo cultural, de nuestra especie nos ha traído al mundo actual en el que millones de sapiens hemos perdido el contacto con la naturaleza. Muchos de ellos vivimos en ciudades, en las que reproducimos como podemos nuestros hábitats originales, esas sabanas arboladas de suaves colinas que abandonamos hace miles de años y que imitan la mayoría de parques públicos urbanos.

¿Y que pasó con el arte del rastreo? Pues que lo mantuvieron vivo unas pocas comunidades en el planeta. Fundamentalmente, pueblos que no habían perdido su conexión con la naturaleza, su papel en los ecosistemas como una especie más.  Los San del Kalahari son el ejemplo más hermoso. 

Y los sapiens de las ciudades que añoramos esa conexión estamos volviendo a acercarnos a la naturaleza. Y como naturalistas nos interesamos por el rastreo, porque es ese vínculo que nos engancha otra vez a nuestro lugar en el medio, que nos ubica en el viejo papel para el que nos diseñó la evolución. Y como esa herramienta va incorporada a nuestro software surge y se perfecciona con el uso, mejora con la práctica de una forma muy placentera. Así, cada vez más aficionados encuentran en rastrear una via apasionante para relacionarse con el medio natural y este auge se hace muy evidente en las redes sociales

Además, resulta muy eficaz recurrir al reconocimiento y lectura de métodos indirectos para estudios de fauna. La visión de un naturalista rastreador es diferente y complementaria con la del investigador más ortodoxo, por lo que aporta de información difícil de recoger desde puntos de vista de la ciencia más tradicional. 

Otras aplicaciones del rastreo las encontramos en el ecoturismo y en Ecowildlife recogemos esa sensibilidad del viajero interesado por la naturaleza llevándolo a buscar a las especies animales más fascinantes del planeta. Y en esta búsqueda, los rastros de esa fauna juegan un papel fundamental. Ya sea siguiendo el campeo de una lincesa por los arenales de Doñana; con un rastreador sentado en la parte delantera del jeep mientras recorremos el “bush” tras leopardos en el Kruger; con los guías indios, herederos de “sikar” leyendo las historias que cuentan las huellas en los senderos del tigre o remontando un camino en los Cárpatos con un veterano rastreador de osos que nos desvela los misterios del hayedo encriptados en el barro.

Es por esto que hemos querido impulsar y apoyar el primer Simposio Ibérico de Rastreo de Fauna, que contará con la presencia de algunos de nuestros naturalistas residentes y colaboradores. En este encuentro, ya se van confirmando algunos de los rastreadores más potentes que, con cursos y ponencias e incluso una salida por los hermosos paisajes del Parc Natural del Cadí, nos abrirán una ventana a esa sensación indescriptible de estar ante la huella de un animal del que sólo te separa tiempo.

Os esperamos por allá. 

J. CARLOS DE LA FUENTE

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