EL NIÑO PALEOLÍTICO QUE LLEVAMOS DENTRO

La patria de casi todos nosotros está en la infancia. A poco que busquemos, allí están la mayoría de nuestras fidelidades, nuestras convicciones o nuestros valores. Como es lógico y sano, nuestras ideas se desarrollan y se forman definitivamente  a lo largo del mucho más largo periodo adulto de nuestra trayectoria vital, pero su origen está ahí en esos pocos años en los que somos cachorros de nuestra especie.

Recuerdo haber leído en bastantes ocasiones cómo Félix Rodríguez de la Fuente hablaba de su infancia de “niño del Paleolítico” en las parameras de Poza de la Sal, particularmente durante los años de la Guerra Civil en los que la escuela dejó de funcionar en aquel pueblo de Burgos. Libre de la prisión de la escolaridad obligatoria, aquel chavalín se dedicó a explorar la naturaleza de un entorno rural lleno de especies de fauna que lo conquistaron para siempre. En aquellos momentos de felicidad infantil se modeló el naturalista y divulgador genial que supuso el Big Bang de la conservación de la naturaleza en España.

Si le preguntamos a miles de biólogos, ambientólogos, veterinarios, periodistas especializados, cineastas de documentales, guardas forestales o naturalistas de mi generación por su vocación (conozco personalmente unos cuantos), por aquello que los impulsó a dedicar su vida a la naturaleza, el rastro los lleva a su infancia y a los documentales, libros y enciclopedias de Félix.

Mi infancia quedó “imprintada”  por aquel fenómeno mediático que fue el Dr. Rodríguez de la Fuente. Mis padres nos llevaban de vacaciones a las sierras de Jaén, de donde provenían. Así pude disfrutar de momentos maravillosos en algunos de los escenarios en los que el equipo de EL Hombre y la Tierra acababa de rodar algunos de los episodios memorables de la serie. Me bañé en sus ríos trucheros intentando atrapar galápagos. Escuchaba con la boca abierta cómo el viejo guarda me explicaba los tipos de machos monteses según la forma de sus cuernos, delante de un plato de huevos con chorizo. Observaba extasiado a los muflones batirse en duelo y acechaba a los gamos, descubriendo que el olfato les cuenta más cosas que la vista.

Mi vida dio muchas vueltas después, profesional y emocionalmente, pero siempre hubo una brújula interior que me indicaba que la dirección era la Naturaleza.

Hoy, cuando guío una excursión y vienen niños con sus familias, cuando los veo atender a mis explicaciones sobre los animales o los árboles, cuando los veo buscar, fascinados e incansables,  osos o lobos por el telescopio, correr o trepar indisciplinados, soy consciente de que ellos son el garante de que la Vida tendrá quien la defienda en el futuro. Porque ningún adulto quiere que le arrebaten al niño paleolítico que vive en su interior.

Por eso cuando preparamos los viajes para familias en Ecowidlife Travel lo hacemos desde e conocimiento de que son ellos, los más pequeños, los protagonistas de las historias que se van a escribir durante el encuentro, y ponemos el máximo empeño en que su viaje se convierta en algo inolvidable, en una aventura que ellos recuerden toda la vida.


Este año dirigiré una aventura  familiar en Kenia, otra en Rumania y como no, en Doñana buscando linces y en las sierras castellanas buscando lobos, en cada enlace podéis descargarlas y la revista completa de viajes de familia en este enlace.

JOSÉ CARLOS DE LA FUENTE

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