SEVILLA: EN EL TERRITORIO DEL LINCE, LUPA,LA LINCESA CON SUS CACHORROS
Recuerdo un domingo
de abril de 1998. Volvía de un estupendo fin de semana pajarero en la Sierra de
Guara y en las estepas de Monegros. Compré el periódico en una gasolinera y su
dominical hablaba de Doñana. El artículo decía algo parecido a que la marisma estaba como nunca. Había tomado
agua, en un año de excepcionales lluvias y estaba llena de pájaros, llena de
vida. Soñé con un muchas veces pospuesto viaje a aquel paraíso natural.
Una semana después,
el 25 de abril de 1998, un frente de muerte bajó por la cuenca del río
Guadiamar. La presa de Aznalcóllar reventó y 4,5 millones de metros cúbicos de
agua ácida y lodos tóxicos se deslizaron por los lechos del Guadiamar y el
Agrio camino de Doñana. Viví aquellos días con angustia y creí que aquella
montaña de fango emponzoñado de metales pesados envenenaría para siempre
nuestro espacio natural más valioso.
Pisé Doñana por
primera vez muy poco tiempo después, en busca de sus linces e imperiales.
Superó todas mis expectativas. Nada visible evidenciaba la terrible amenaza de
los lodos de Boliden AB de apenas dos años antes. Sólo los tremendos
movimientos de tierras para cerrar el paso al vertido del brazo de los Jerónimos
a la zona de Entremuros recordaban los brutales esfuerzos por evitar que el
desastre penetrara en lo que se dio en llamar entonces el Corazón de Doñana.
En aquella época se
hablaba ya del proyecto del Corredor Verde del Guadiamar. Comentábamos si aquel
futuro conector biológico sería el que devolvería el contacto de las
poblaciones de linces marismeñas y serranas. Incluso nos ilusionábamos pensando
si por allí volvería el lobo a Doñana.
Casi veinte años
después, nos encontramos recorriendo los territorios del Aljarafe que se vieron
más afectados por aquel sobrecogedor desastre ecológico. De la mano de Manuel
Sosa, un excepcional naturalista de la zona y buen amigo, nos pegamos una buena
caminata por los pinares, dehesas, arroyos y cultivares del territorio. Andamos
por los caminos que recorren los linces de este núcleo en su campeo cotidiano.
Según calculo a ojo, nuestro andarín guía nos hace recorrer el doble de lo que
hace a diario un lince ibérico adulto.
Aún vemos aquí, en el mes de octubre, especies
que ya no encontramos a estas alturas en otros lugares de la Península.
Cigüeñas negras y águilas calzadas. Un canto explosivo, que no me suena, sale
del soto y Manuel me comenta que se trata del esquivo ruiseñor pechiazul que
inverna de manera abundante por aquí.
Los rastros de
lince son omnipresentes. Encontramos alguna huella mala y alguna del tamaño de
un gato muy grande, pequeña para lince adulto pero compatible con las de los
cachorros de este año que en esta época siguen a su madre por el territorio de
ésta. Pero el indicio de
presencia que se lleva la palma aquí son las letrinas del felino. Encontramos
estos cagarruteros en los caminos. Donde estos se cruzan con senderos. Encima
de los puentes que atraviesan los arroyos y torrentes. Encontramos excrementos
de lince sobre otros de conejo. Cagarrutas de zorro que contienen dátiles del
palmito junto a los del gato superdepredador. De meloncillo en letrinas de su
enemigo moteado y también aislados. El maravilloso y enigmático mundo de la
comunicación química entre los mamíferos. Incluso, encontramos
una letrina del felino más amenazado del mundo junto a una balsa que quedó de
muestra experimental con los lodos tóxicos de Boliden sin recoger. Rodeada del
bosque recuperado, en su interior apenas hay vida, apenas crece la hierba.
Mientras cambiamos
de mancha boscosa, el elanio azul nos deleita con una breve observación. Un
trozo de las sabanas africanas que se expande por la Península Ibérica desde
hace unas décadas.
Con todos los
matices que queramos, pienso que no hay mal que por bien no venga. La creación
del Corredor Verde del Guadiamar permite a la fauna circular por él. Esta
población lincera del Aljarafe queda mejor conectada que anteriormente con la
más potente del Coto del Rey, permitiendo el imprescindible intercambio
genético entre ellas.
Volvemos por la
pista que atraviesa el pinar, con la noche cayendo sobre el bosque. El búho
real canta muy cerca de nosotros.
En Enero volvemos con amigos del Club de Viajes, es la época del celo de los gatos y pretendemos escuchar en la noche el ronroneo de los machos y quien sabe si verlos. Tenéis toda la información en este enlace si nos queréis acompañar.
Y por último os dejo un regalo: un vídeo grabado con cámara de foto trampeo que dejamos puesta esa noche, es el momento más mágico de la noche aljafareña, el paseo de una madre joven con su camada anual de gatos. Es Lupa una de las madres más productivas de nuestro escaso lince inbérico. Espero que os guste.
la verdad acostumbrado a fototrampeo, no dejo de sentir emoción cuando se presentan ante mi imágenes tan espectaculares como estas, enhorabuena amigo
ResponderEliminarPara un apasionado de la naturaleza que no haya tenido aún la oportunidad de tener contacto con el lince, descubrir y explorar este territorio de la Doñana sevillana le aporta mucho conocimiento sobre el felino ibérico. Ver por uno mismo sobre el terreno las interminables letrinas diseminadas por todos los caminos y pasos de fauna, marcajes con excremento sobre las conejeras donde diariamente cazan o sus inconfundibles huellas, le descubren los aspectos más fundamentales del comportamiento y uso del territorio de esta joya ibérica.
ResponderEliminarasi es Manuel, la naturaleza nos enseña cada dia cosas a los que caminamos por nuestros espacios naturales, dificiles de aprender en los libros, saludos
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