HUELVA: LOS ÚLTIMOS TERRITORIOS DEL LINCE





Estamos en el verano de 2004. Al caer el sol, el calor sofocante del mes de agosto en la sierra nos da un respiro. Un grupo de naturalistas nos apostamos sobre una colina, esperando. Ante nosotros el río Jándula, que continua su camino por Sierra Morena tras dejar tras de sí un pequeño embalse, flanqueado por una hermosa fresneda. Más allá, el poblado abandonado, que se construyó para albergar a la gente que trabajó en la construcción de la presa. Detrás, protegida por una valla cinegética, la dehesa que se pierde en un horizonte de viejas y desgastadas colinas. En el risco lejano la gran águila posada igual puede ser la real o la imperial ibérica. Ambas reclaman estos territorios.
Salpicados entre el encinar, asoman afloramientos graníticos que aquí llaman “saliegas”  Las oquedades entre las piedras sirven de refugio a una especie que se desvanece.

En el largo crepúsculo estival, aún se escucha el relincho del pito real entre los fresnos de la ribera, mezclado con el silbido de los estorninos. De repente, uno de mis compañeros susurra con emoción “un lince”.  Buscamos ansiosos con los prismáticos. Por un camino entre la orilla opuesta y las casuchas encaladas, al otro lado de un pequeño puente, camina un gran macho de lince ibérico. Se trata de un ejemplar grande y musculoso, típico de la población esculpida por la topografía áspera de estas montañas.

Va al paso, como corresponde al ritmo natural con el esta especie que se mueve habitualmente. Tranquilo. Seguro de sí mismo. En este momento, discutiríamos con cualquiera que negase que nuestro felino no es el tigre del bosque mediterráneo. Se trata de un ejemplar de “mota fina”, uno de los dos patrones básicos de las manchas del pelaje de estos gatos. Las manchas pequeñas negras espolvorean su pelo marrón grisáceo. Sube por el camino y detiene su marcha para defecar en una de las letrinas con que esta especie marca y se comunica. Los cagarruteros se encuentran en los territorios de estos carnívoros solitarios en lugares despejados como cruces de caminos, senderos, cortafuegos o en las plataformas pétreas de las “saliegas” Generalmente evitan el contacto con sus congéneres, excepto en la época de celo, por lo que el marcaje con excrementos y orina forma parte fundamental de su vida social como medio de comunicación química.

A cinco o seis metros de donde el lince ha cagado sus mensajes, entre el matorral, una cierva está acurrucada en su cama. La cierva parece no inmutarse por el paso del gato de los pinceles. Un macho de ese tamaño puede, y de hecho lo hacen ocasionalmente, depredar sobre ungulados como ciervas, muflones, gamos y sus recentales. Algo en el lenguaje corporal del depredador le dice que hoy puede estar tranquila. Lo está viendo y lo está oliendo. El lince no está cazando.

Lo cierto es que el lince ibérico es un especialista en el conejo de monte. Puede capturar otras presas, pero ha adaptado su comportamiento incluso su tamaño (los ejemplares prehistóricos de la especie que llegaron a poblar el centro de Europa eran  mayores que los actuales) a la captura de este lagomorfo endémico de la Península Ibérica. El conejo le proporciona al gran gato del bosque mediterráneo el equilibrio necesario entre el gasto que supone capturarlo y las calorías que necesita para vivir.
Los problemas de las poblaciones de  conejo a la lo largo de la segunda mitad del siglo XX han sido una de las principales causas del vertiginoso declive de los linces españoles y portugueses. La mixomatosis y la neumonía hemorrágica vírica, dos enfermedades introducidas devenidas en   plagas, diezmaron las poblaciones de conejo de forma despiadada. El conejo ha sido la piedra de toque de los ecosistemas mediterráneos ibéricos y su ausencia puso en graves aprietos a la mayoría de los depredadores que lo acompañan en ellos. Rapaces y mamíferos carnívoros cazaban conejos, un maná inagotable, en un momento u otro, pero los especialistas, como el lince y el águila imperial se asomaron al abismo de la extinción. Si te especializas en un recurso, te conviertes en el mejor aprovechándolo, pero si ese recurso escasea sobrevivir puede ser trágico. Nuestro lince continúa su campeo y desaparece tras una de las cercas que delimitan la finca.

Me felicito, porque la mañana anterior, mientras esperaba la llegada de mis compañeros, rastreaba solo por la zona. Había encontrado pasos del gato bajo los mallados cinegéticos, había localizado la letrina en el sendero con excrementos recientes. Había anticipado mentalmente el recorrido que ha realizado el gran macho esta tarde. Sus huellas en  el camino, eran las típicas huellas de gato, cuyas características principales se repiten del gato doméstico al jaguar. Redondeadas, asimétricas, cuatro dedos alrededor de una gran almohadilla planta de contorno trapezoidal y con las uñas afiladas que  no se suelen imprimir convenientemente guardadas en sus estuches.

De vuelta por la carretera vemos las señales de tráfico triangulares de peligro con la cabeza de un lince sobre fondo blanco. Extraña heráldica que nos advierte de otro de los problemas a los que se enfrentan esta especie en peligro de extinción. Los atropellos de linces en carreteras suponen pérdidas trágicas cuando cada ejemplar es precioso para la supervivencia de la especie.

Llegamos siendo ya noche cerrada a una zona de casitas de campo. Una urbanización sin sentido en el corazón de la mejor población mundial de este felino. Afortunadamente, proyectos urbanísticos mucho más agresivos previstos en algunas de las mejores fincas linceras de esta sierra han sido abortados. Y es que la pérdida de hábitat es otra y ,seguramente, la peor de las amenazas que se ciernen sobre el lince ibérico. De nada sirven los esfuerzos destinados a criar en cautividad a una especie si no le dejamos sitio donde vivir.

A pesar de todo pienso, esperanzado, que algo tendrá la Sierra de Andújar, algo estarán haciendo bien las personas que viven y trabajan en ella, cuando se mantiene y crece aquí la mayor población del lince ibérico en el mundo.

Hoy, más de una década más tarde, esta especie aumenta sus efectivos lentamente en sus dos baluartes clásicos, Andújar y Doñana. El programa estatal de cría en cautividad y reintroducción se ha puesto en marcha para crear nuevas poblaciones viables, buscando recuperar al lince en su antigua área de distribución. Desde la Administración y las entidades conservacionistas, se trabaja en la conservación del hábitat y en su desfragmentación, haciendo carreteras más permeables para la especie. Se lucha por la recuperación de las poblaciones de conejo.

Hay aún muchos problemas que se lo ponen difícil, pero  hoy el tigre  mediterráneo tiene una esperanza. El próximo mes de Septiembre salimos en dos escapadas una de la mano de José Arcas, para un taller de pintura de naturaleza dodne viviremos la plástica de este hermoso felino con el reconocido artista de naturaleza gallego. Tenéis la información en este enlace. Y otro que conmandaré yo mismo para adentrarnos en los secretos mejor guardados del "Reino del Lince". Teneis toda la información en este enlace.

JOSE CARLOS DE LA FUENTE


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